miércoles, 19 de noviembre de 2014

Gladys Basagoitia Dazza: Un océano de poesía luminosa


Por Winston Orrillo

Poesía/ mi más auténtica/ vocación// letra más letra/
           sílaba más sílaba/ gotas que se vuelven/ un río resplandeciente//
de la intuición a la perseverancia/ oir el reclamo   la emoción/
           las palabras que agujerean/ las duras paredes de la realidad
G.B.D.

El epígrafe que hemos usado para encabezar nuestro comentario a Océano de luz, reciente poemario –edición bilingüe italiano, español-- de Gladys Basagoitia Dazza nos conduce, precisamente, a uno de los ángulos en los que su libro es feraz: el de la búsqueda o prosecución apremiante de una poética, del camino que nos conduce hacia la esencia del poetizar.

Porque, en fin, de lo que se trata es que la poeta busca aprehender ese misterio –ciertamente insoluble- del origen, de la gestación de la palabra lírica.

Veamos cómo esto se repite, verbi gratia, en el siguiente texto: “Con tus ojos poesía”: con tus ojos lo invisible/ se vuelve indubitable/ un aliento/ de grandísima esperanza// ilimitadas extensiones interiores/ vencen/ al limitadísimo cotidiano/ y es urgente/ ineluctable/ iniciar el arriesgado viaje// humildemente/ me sumerjo en el misterio/ para tratar de captar/ los sutiles mensajes/ del grande juego de la vida.

Es ella, pues, la Poesía –e intencionalmente la ponemos con mayúscula- la que, como una Beatriz de Dante, la conduce –lo dice explícitamente- a través del “arriesgado viaje” que pretende llegar allende nuestras naturales limitaciones, a develar, en definitiva, “el misterio…del grande juego de la vida”.

Pero esto no es un mero decir, porque la autenticidad de esta poética la hallamos cuando la autora lo dice, explícitamente, en “Vivir el poema”: me pierdo en el dolor  y/ no sé cómo me reencuentro/ consciente de mi atroz fragilidad// recorro el enigma sin descifrarlo/ vivo el poema antes de escribirlo// ciega/ me entrego a  la luz/ subo/ pero no sé si llegaré a la cima.

Nos encontramos, pues, en lo que sería el non plus ultra de la autenticidad, cuando la autora sabe –y lo dice, lo escribe- que es la Poesía su precisa, perentoria guía, pero, a la vez, nos expresa sus dudas –existenciales- acerca que si ella será, en efecto, por su “atroz fragilidad” capaz de llegar “a la cima”. Pero, en el fondo, esto no importa: lo que sí valoramos, en demasía, es que la autora nos comunica, explícitamente, que vive “el poema antes de escribirlo”, lo que nos lleva, sin duda ninguna, a que, en este libro, la autora nos ha permitido –nos permite- aprehender la esencia de su trabajo creativo; de su persecución de la obra de arte de la palabra.

Otro elemento que no podemos preterir, es el que reconocemos en el primer verso de este poema, cuando la poeta escribe: “me pierdo en el dolor”, lo que nos conduce a las palabras prologales del gran crítico Antonio Melis quien subraya  la presencia de la palabra “luz y de otros términos que pertenecen al mismo campo semántico (sol, reluce, aurora, auroral, radiosa, resplandeciente, luminoso, etc.)”

Sin embargo, y aquí está la clave: “Pero se trata de una luz que nace, paradójicamente, de la sombra., a través de una continua dialéctica de los opuestos.”

Pues “Solo la experiencia profunda del dolor, en efecto, permite gozar con plenitud la realidad recuperada después del eclipse. `Merecer la aurora´es el título significativo de un poema, que subraya el papel activo del sujeto y nos lleva a evocar también la presencia insistente del alba en la cultura peruana del siglo XX: desde el conocido ensayo sobre El alma matinal de José Carlos Mariátegui, hasta el libro `surrealista´ Descubrimiento del alba, de Xavier Abril.”

Lo enunciado por el gran ensayista Melis, nos lleva a transcribir, precisamente, “Merecer la aurora”, poema donde se halla un leitmotiv presente en muchos de los más relevantes textos de este libro singular, publicado por Fara Editore.

Dice aquél: obligada por mi cuerpo/ vivo al día/ sin añoranzas ni lamentos/ tratando que lo torcido/ se vuelva derecho/ espero la luz segura prosigo/ lo sé bien que debo resistir/ y entregarme al sueño/ para merecer la aurora.

El volumen, por momentos, deviene en una suerte de texto que, simple pero por eso mismo grandemente, nos ayuda a vivir. Y su autora “carpa dorada” y, por momentos, “loba desgarrada”, nos ha donado, en verdad, como su propio nombre lo indica, un Océano de luz que nos permite subsistir en medio de las vicisitudes de un mundo que no hemos escogido pero que tenemos que soportar, y trascender.

Lirida paradigmática, con versos como silente infinitesimal la voz del corazón o  en lo profundo del océano te encuentro/ en el precioso índigo…Gladys Basagoitia Dazza ha logrado una madurez espléndida en este libro que, como otros de los suyos, se ha hecho acreedor a numerosos premios internacionales.

Ella es peruana, de profesión bióloga y reside en Perugia, Italia, desde hace varios años. Ha traducido poesía del italiano al español y viceversa. Y viene publicando poemarios desde 1969, así como también narrativa. En el 2005, en Perugia,  editó y tradujo Carta de Música (Centro Documentazione  “Donne del mondo”) con poemas de Rosina Valcárcel, Gloria Mendoza Borda y Ana Berta Vizcarra.

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