viernes, 17 de junio de 2016

Gladys Basagoitia es el arcoiris




Por Winston Orrillo

Gladys Basagoitia sigue tejiendo, a contracorriente, la tela inagotable de su poesía. Es significativo que en esta colección aparezca justamente esa metáfora de la escritura , que evoca la etimología de la palabra texto. Construir el texto, el tejido, es la tarea fundamental de su vida.”
Antonio Melis: Prólogo
Coincidimos, plenamente, con las palabras prologales del eximio crítico italiano, y uno de los más conspicuos conocedores de la literatura de esta parte del mundo, como que, la suya, es una palabra mayor, verbi gratia, en la exégesis del pensamiento del más grande ensayista peruano, y voz imprescindible en las letras de la América morena,  José Carlos Mariátegui.

Pero, además de lo anterior, Melis es un buido explorador de las voces –nuevas y cuajadas- de las bellas letras que se edifican en nuestras repúblicas morenas.

Asimismo, él es un –diríamos- experto en la obra de nuestra Gladys Basagoitia, cuya poesía ha diseccionado “no una sino muchas veces”.

Por eso, cuando nos encontramos –como ahora, con La vía del arco iris (FaraEditore), su más reciente producción podemos, de la mano de Melis, adentrarnos, ahondar en una creación inexhaustible como la de nuestra autora, cuyo centro vital se halla en su voluntad de afirmar la vida, en tanto en cuanto ella es donación  -“darse donando, para ser exactos”- lo que implica una voluntad de sobrellevar un mundo que, de suyo, es, muchas veces un farallón donde el hombre tropieza, ya sea por el dolor humano –tan presente y sobrellevado por la autora- como por la injusticia del Establishment que aplasta –o intenta aplastar-a lo que Vallejo llamaría el “hombre humano”

Por ello, hemos identificado a Gladys Basagoitia con el arco iris del título de su intenso poemario, ya que ella da luz, derrama belleza en un orbe tan ahíto de anfractuosidades, de vejámenes, de desaguisados.

Precisamente, por ello, volvemos a Melis, quien indica que “No es casual que en el título de este libro aparezca la figura del arco iris. Representa no solo la gran fiesta de  los colores, sino también un puente de luz para unir a los seres humanos entre sí y con la naturaleza”.

Lo cual ella misma lo señala, por ejemplo, en su texto “Soles futuros”, en el que escribe:

“entramos en el corazón de la luz suprema/ buscando morada   refugio   fuerza/ para afrontar juntas las adversidades/ para hacer de modo que las dificultades/ sean para nosotras/ estímulos de vida/ principios de soles futuros/ para continuar reafirmando la esencia/ del sol y de la luna/ y convertirla en poesía”

¡Quién puede dudar que estamos ante toda una poética! Ante esa permanente posición de exorcizar a la muerte, metamorfoseada en las despedidas, en los viajes sin fecha de regreso. Ella misma nos lo manifiesta en su “Abrazo futuro”:

“Tantos adioses, tantas despedidas/ de viaje mis amados a menudo/ nunca pregunto la fecha de regreso/ si bien entonces no sé si estaré/ pero en tanto fielmente espero/ el precioso abrazo del futuro”

Allende el advenimiento, ineluctable, del fin, esta poesía nos conduce a la esperanza, a lo que la poeta, bella, filosóficamente, denomina “el precioso abrazo del futuro”.

Y aquí llegamos a un punto cenital en esta obra, en este libro: la profundidad filosófica –toda gran poesía, lo decía Heidegger, arriba al universo de la filosofía, es filosofía, es concepción del mundo (weltanschauung)- que se transparenta en las citas, por ejemplo, de Lao Tzu y Rûmî

Veamos, pues:

“los pensamientos danzan con los pies desnudos/ en lo espinoso y duro/ porque somos también neuronas y / carne/ la dimensión física  de la idea/ nos hace sangrar/ pero la vida es también maravillosa/ desnudos  la belleza polarizada/ en millones de diminutos arco iris”
Y arribamos al título del poemario, tomado de un texto de Rûmî: “La vía del arco iris”:
“Y si el sol no viajara con pies y alas cada noche/ ¿Cómo ´podría iluminarse el mundo en la aurora?

Del mismo Rûmî es una clave que nos permitirá entender el carácter estoico de este poemario (y de la vida misma de su doliente autora):

“¡Echa del cerebro el dolor, y de esta agua no obstante bebe;/  no temas que se seque, es agua sin orillas!

No citamos poemas de amor, vívidos en el libro entero, porque no habría espacio para cubrir esta necesariamente breve reseña.

El volumen, además, cuenta con un colofón –en italiano es postfazione- de Alessandro Ramberti, quien insiste en las características de esta poesía cardinal, necesaria, fruto del talento creativo de una autora con múltiples galardones internacionales y con una voz profunda, cardinal, aunque no muy difundida por su condición de peruana con residencia europea y que escribe en la lengua de Vallejo y en la de Dante, con igual galanura.

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