domingo, 22 de febrero de 2015

Gladys Basagoitia Dazza renace cada aurora

Por Winston Orrillo

“,,,salgo del dolor si bien sabiendo/ que implacable improviso   
inesperado/ regresará/ no obstante nunca podrá quitarme/
el amor a la vida.”
“Amo vivir/ el pecho dilatado/ por la belleza”.
                                   GBD

La intensa, conmovedora belleza del último libro de la poeta peruana Gladys Basagoitia Dazza, Aurora del renacer (FaraEditore, 2014: texto bilingüe: italiano-español) nos conduce no sólo al inefable goce estético, elemento sine qua non en toda gran poesía, sino que, a la vez, nos lleva a una suerte de camino existencial, en el que la lirida –sin esforzarse demasiado- nos da, casi a cada momento, lecciones vitales y una suerte de exorcismos contra la muerte y los dolores que, por otra parte (lo sabemos por su periplo existencial) son sus más cercanas y fraternas compañías.

La muerte la ronda irrefragablemente, y ella la exorciza con textos de tan sutil belleza como este que transcribimos: Vuelo: luz de tristeza alada/ parto de la conciencia/ dejar atrás todo dolor/ la muerte es tan  solo vuelo/ sacra morada/ de infinitos astros”.

El enjundioso prefacio del gran crítico italiano y latinoamericanista, Antonio Melis, concluye que GBD en la última parte de su libro (pero nosotros aplicaríamos esto al volumen entero) ha encontrado una forma de aceptación serena (del tema de la muerte), pero siempre a partir de una sensación de plenitud”. De este modo, tenemos que su “fe poética en el futuro vence a la misma muerte”.

El leitmotiv del poemario que reseñamos es el tema de la aurora que se renueva cada día y que, por encima de cualesquiera circunstancias, nos conduce a una vida que debemos afrontar con la mayor serenidad, malgrado los sinsabores naturales y las pérdidas y dolores que pueden –y en su caso es así- dilacerarnos,  pues no solo se trata de los “físicos” sino de las muertes de las que se ve adobada una existencia vivida intensamente.

Pues, de repente, en ese luego, que apenas columbramos, se halla lo que andábamos buscando, persiguiendo. Y esto es lo que nos sugiere en esa joyita que es su texto denominado, precisamente “Después: y cuando se apague tu respiro/ morirán contigo las preguntas/ quizá sabrás al fin/ que no existen respuestas/ o todo el misterio/ se volverá revelación”.

Una de las claves para acercarnos, aun más, a esta poesía singular, es acceder a sus maestros, los que podemos reconocer en los epígrafes que emplea, como el de Deng Min Dao, quien dice (sintomáticamente, si comparamos la poética de Gladys): “Reconocer lo precioso de las cosas cotidianas. Y conservar nuestra gratitud por lo hermoso y por lo feo de la vida”.(Cursivas nuestras).

Por ello, en las diferentes estancias que hallamos en el volumen, siempre está ese sentimiento irrefragable de la invicta aurora, esa búsqueda de una poética que se imbrique con el afán, permanente, de bella sobrevivencia:”Vive al alba/ sonríe generosa/ canta la vida”. O ”Una crisálida/ al fin de su existir/no muere: ¡vuela!” ( estos poemas son algunos de sus haikus, agrupados en la sección “Centellas”)

Ya el maestro Melis ha señalado las fuentes entrañables de la poética de nuestra autora, como el culto a la naturaleza y su continuo renovarse: “Es el ejemplo ofrecido por la `la fe en el futuro de los pájaros/ cuando construyen sus nidos´ o el sueño que nos permite “resistir las agresiones diarias de la realidad”.

Elemento esencial en el poemario que reseñamos, como sigue anotando A.M., es la permanente búsqueda que la autora hace de “diferentes registros estilísticos, buscando nuevos caminos parea expresar su mundo íntimo”.

Ya hemos hablado de las Centellas, pero asimismo, GBD nos sorprende con unas Antipoesías, que no son un mimetismo de las del centenario chileno, N. Parra,  sino una suerte de comunicarnos, al margen de la retórica ad usum, hechos concretos de la realidad cotidiana que, por qué no, son también parte de la vida de los vates.  Igualmente Momentos, en su depuración, anticipa las ya citadas Centellas, haikus o poemas telegráficos, que registran intuiciones y, a veces, devienen en verdaderas preseas líricas. Finaliza el volumen con La vida de mi tiempo, donde se da el cara a cara con la muerte, a la que vence por el uso impertérrito de su poetizar cada vez más diáfano y victorioso frente a la adversidad, con la que, inclusive, se permite hacer uso de un humor sui generis, como en el poema “Señora Muerte”.

Por momentos nos viene a la memoria el agonista unamuniano  el que viene del agon griego, que significa lucha: porque eso es lo que Gladys hace, permanentemente: luchar contra la adversidad –transparentada en la muerte del hijo adorado y de algunas entrañables colegas, así como de las innúmeras dolencias físicas-; no obstante esto, y para completar la imagen global de la autora, no faltan, en ella, rasgos de humor como, precisamente, sobre el tema del amor, en su singular poema “Querido príncipe”: rehíce mis pasos/exhalaste rencor/ quebraste la copa// en tus grandes ojos/ en tu mirada ausente/ veo el sapo de ayer/ mi querido príncipe”,  O en el texto 42 de “Centellas”: “Llega del lago/ un cantar bufonesco:/ fiesta de ranas”.

Nuestra autora es bióloga de profesión, vive en Italia hace varios quinquenios y, en su trayectoria literaria, tiene más de media docena de entrañables textos, varios de ellos con merecidos galardones  como Peces ebrios (Premio Arguedas del Perú), Aguafuerte (Targa del Parlamento Europeo- Premio Anguillara Sabazia, 2004), Réverie (Premio Nouve Scrittrici, 2005), Danza inmóvil (Premio Ciudad de Marineo, 2011) o el reciente Océano de luz (Fara, 2013, Premio Camaiore Internazionale, 2014). Ha escrito, igualmente, narrativa, con renombrado éxito y asimismo premiada. Además,  es una reconocida traductora  del español al italiano y viceversa.

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